Nuestro comportamiento esta marcado en gran
medida por la evolución. Nuestro instinto de supervivencia se mantiene latente
y nos afecta en algunas ocasiones de manera negativa
En algún momento, cuando fuimos cavernícolas
sin mayor entendimiento de nuestro entorno, al escuchar algún ruido o ver algo
moverse sin estar seguro de lo que era, fue necesario adelantarse a los hechos.
Para nuestra supervivencia era preciso, sin
mayor información tomar una decisión. En estos casos correr o quedarse
paralizado podía ser la diferencia entre la vida y la muerte y mientras más rápido
juzgáramos la situación, serian mayores posibilidades de salir vivos.
Ese es el trabajo de nuestro cerebro reptil,
el que se encarga de nuestra supervivencia. El problema es que sigue haciendo
su trabajo en la era moderna, nos mantiene vivos, pero también hace que
tengamos prejuicios y nos adelantemos a llegar a conclusiones con poca información.
Depende de nosotros racionalizar nuestra toma
de decisiones y llevar las de ese cerebro reptil, hacer que la información pase
el cerebro mamífero y llegue a nuestro cerebro moderno, específicamente al córtex
frontal para hacer un juicio valido de lo que ocurre a nuestro alrededor
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